Una alarma comienza a sonar. Son las 10.20 horas y en las oficinas de Gamesa (en Aoiz) se ha declarado un conato de incendio.
En un primer momento, los propios medios de la oficina tratan de extinguir el fuego. No tienen éxito. Rápidamente, se llama a la Agencia Navarra de Emergencia para que acudan los bomberos. Si alguien tiene un conocido trabajando en Gamesa, tranquilo. Se trata de un simulacro. Todos están a salvo, pero con motivo del Día Mundial de la Seguridad y Salud, Calidad y Medio Ambiente, la empresa de Aoiz llevó a cabo diferentes actividades, incluido un simulacro de incendio en sus instalaciones.
Mientras todavía suena la alarma, comienza a salir humo por la puerta. Para dar realismo al rescate, se produjo humo artificial en el interior del edificio, el mismo tipo de aire que utilizan las discotecas en sus fiestas nocturnas. Poco a poco, los trabajadores comienzan a salir. Con una gran sangre fría, sin atisbo de la denominada histeria colectiva. "Tranquilos, estoy bien", dice el primer trabajador en salir. Cómo se nota que es un simulacro...
Cuando todos han salido de la planta, se procede a pasar lista. "Fulanito de tal", "presente". Faltan ocho, que están atrapados a merced de las llamas. Justo ahora, llegan los bomberos. Dos camiones. El responsable del operativo de bomberos es puesto al corriente y, de inmediato, entran en el edificio. Se ajustan sus bombonas de oxígeno y, mediante una cámara térmica (que permite localizar a las personas por el calor, pues el humo no permite ver más allá de 8 centímetros), localizan a los empleados retenidos. Cuatro están en el comedor, y otros cuatro cerca de la azotea y el acceso a ellos es imposible. Hay que llamar al helicóptero.
De dos en dos salen los primeros rescatados. Uno de ellos presenta quemaduras. La ambulancia de la DYA, que ha llegado al lugar, está preparada. Ha recibido el informe por radio y atienden de inmediato al herido. Lo introducen en la ambulancia y marchan de inmediato al hospital. Es entonces cuando el estruendo del helicóptero comienza a sonar. Ya está aquí.
El helicóptero realiza una pasada por la azotea y procede a acercarse. Un primer bombero se descuelga en una maniobra espectacular. Atado mediante una correa, va descendiendo, indicando con los brazos su descenso (los tiene extendidos y conforme los cierra indica que está más cerca del suelo). Primer desenganche con éxito. Le sigue un rescatador de la Guardia Civil de Montaña, a los que se suman un tercer y un cuarto bombero. Presto entran en el edificio, repleto de humo, y localizan a los trabajadores retenidos. Se encuentran atrapados en un pequeño patio. Uno de ellos no puede moverse.
En otra arriesgada maniobra, el helicóptero se aproxima muchísimo a la azotea y el rescatador y la herida más grave salen volando del estrecho patio, de no más de dos metros de ancho. Los otros tres heridos, esperan su turno. Ahora el ambiente es más distendido. El simulacro ha sido un éxito. Todos han sido salvados y ningún bombero ha resultado herido.
Pero todavía queda la expectación en los tres trabajadores que no han sido rescatados. Ninguno quiere perderse el viaje en helicóptero colgado tan solo por una cuerda, a pesar de las escaleras que tan confortable aspecto tienen al lado.
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